IT'S A WRAP 2018
La nostalgia del año que termina y el año que termina se compara con la despedida de un amigo con quien tienes buenos recuerdos.
Fue un año repleto de trabajo, en el que mi enfoque estuvo dirigido a escribir y crecer escribiendo. Estoy muy orgullosa de mí, porque escribí a diario y día con día me concentré en pulir párrafos, crear historias, conocer lugares y personas.
Ante mi llegada de la Ciudad de México me encontraba en un estado de desapego a mi vida regiomontana, pero poco a poco fue tomando forma de nuevo.
Eso si, amé cada segundo. El 2018 me dejó ser curiosa, pero al mismo tiempo me provocó incertidumbre, día con día el final de mi carrera universitaria se veía lejos pero al mismo tiempo tan cercano.
Cursé 8º y 9º semestre de carrera en el 2018, entre materias pendientes, servicio social, prácticas, y todo esto que se necesita para terminar, logré consolidar 4 años y medio de estudios en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, espacio que me vio crecer como estudiante, como profesional y de forma emocional.
A pesar de que ya no atendía a la Facultad como antes, despedirme de mi vida universitaria fue nostálgico y glorioso al mismo tiempo, porque solo significa una cosa: es el inicio del sueño.
El sueño de ser periodista, el sueño que me hizo estudiar la carrera en primer lugar, el sueño que vivo todos los días a través de los libros y de mi papá, el sueño que estoy formando, el sueño que practico y el sueño de una profesión que me permite escribir.
La vida en la Facultad de Ciencias de la Comunicación siempre fue dinámica, con sus clases, mis amigos y profesores, cerrar el ciclo de esta carrera me hace sentir agradecida. Sobre todo con mis padres.
También, pienso en la Tere que entró a los 17 años, llena de ganas de ir a clases, hacer amigos y comerse el mundo poco a poco.
Era una Tere que no sabía que iba a irse a la Ciudad de México a estudiar a la UNAM y que la iba a extrañar todos los días, era una Tere que no sabía que se iba a encontrar con gente maravillosa en el camino, era una Tere que no sabía que podía amar tanto a una persona como amar su carrera, pero lo que si sabía era que quería escribir.
Las mismas ganas de comerme al mundo no han cambiado, solo que ya no tengo 17 años, tengo 22 y me siento feliz.
Feliz de saber que este año escribí y gocé, aprendí y reí, me caí y me levanté, viajé y me superé.
Además de poder escribir, este año me trajo muchas alegrías, entre ellas los viajes a Guadalajara a visitar a mis amigos queridos y a conocer la ciudad mágica donde la Torta Ahogda y el mariachi es tan grande, a La Paz a ver a mi familia, a mi Ciudad de México a un festival de música y el último es un reencuentro con Madrid, ciudad que me vio dar mis primeros pasos.
Los viajes me hacen sentir parte de los lugares que visito porque en ellos dejo mi corazón y me traigo nuevos aires a mi ciudad, aires que se quedan dentro de mi que reviven en el recuerdo y se multiplican cuando regreso.
Me pasó con la Ciudad de México, regresé en el mes de noviembre y yo estaba tan emocionada desde que llegué al aeropuerto para tomar el vuelo desde Monterrey, el motivo también era igual de emocionante, el Corona Capital que es el festival de música que ansiaba asistir desde el 2014.
Este año me trajo muchos festivales, en donde vi artistas que soñaba con ver en vivo pero también música nueva, me dio viajes para visitar mis lugares conocidos y otros que me dieron la bienvenida a nuevas aventuras, nos dio semanas difíciles pero no imposibles, visitas al estadio con mi familia, noches de películas, salidas nocturnas con mis amigos, pijamadas con mis hermanas, platicas con mis mamá en la cocina, procuró la salud de mi papá, pizza con mis primos, abrazos de mis abuelas, lecturas nuevas y páginas de periódicos, mis últimas tareas, una fiesta de graduación preciosa, me reencontró con muchos amigos y me acercó a nuevos, me permitió terminar y comenzar.
¡A por un 2019 lleno de alegrías y un nuevo inicio!
